Reportaje : El ministerio del 666

27.09.2014 00:58

Por: Érica Zava

El 28 de enero de 2013 fue difundido por un grupo de cristianos de la ciudad de Medellín, un video donde unos padres de familia, integrantes de la secta religiosa Ministerio Internacional Creciendo en Gracia, tatuaban a su hijo de tres años de edad con la cifra 666. Esto generó el repudio, en varios sectores sociales de la capital antioqueña y del país, por el supuesto maltrato infantil y la violación al derecho a la identidad del menor.

Según los  padres del niño, tomaron la decisión de grabar en su piel esta cifra, porque para su comunidad este número representa la sabiduría y la prosperidad, es un sello de protección y seguridad.
 

Margoth Ortiz Cárdenas  colaboradora de esta comunidad, afirma que marcar la piel de un menor de edad, no es una violación a los derechos del mismo, porque este es un símbolo de salvación, el cual les ayudará a diferenciarse de otros niños que están en el mundo del pecado. Además, comenta que este es un alma que necesita de la transformación, ese momento que tanto esperan los seguidores de este ministerio y donde los únicos que podrán acceder son los que poseen esta marca.

Ortiz Cárdenas dice que ningún menor es obligado a que se marque, sino que los padres toman esta decisión por sus hijos, ya que piensan y se preocupan por su salvación, la cual es dada por Melquisedec, Rey de Justicia, Rey de Paz, como llaman a su líder espiritual.

Jenny Márquez Osorio, guía de los menores de edad en este ministerio, se encarga de enseñarles que el sello que tienen en el  cuerpo no es el número del anticristo, sino una señal de entendimiento hacia Dios.

Es el caso de La familia Sánchez Escudero quienes viven en Manrique, y decidieron  reafirmar su compromiso con la comunidad y se tatuaron, en octubre del año pasado la cifra del triple seis. Ellos opinan que  fue una gran alegría para todos, ya que se sienten  bendecidos y  ahora están con su “Papi”.

Al respecto Ortiz Cárdenas, colaboradora de Creciendo en Gracia, afirma que el tatuaje se hace en compañía de los padres, los cuales le enseñan al niño que no es un signo del diablo, como algunas religiones dicen llamarlo, al contrario le inculcan que este ser no existe porque fue destruido, y el desconocimiento que tienen las personas que no pertenecen a su ministerio hacen que los vean raros.

Los niños son educados en este culto con la premisa de “súper raza”. Por medio de materiales interactivos se desarrollan los niveles de pensamientos de estos con ideales de espíritus perfectos, bendecidos  y completos, que nacieron sin pecado.

Juliana Lopera López, una de las personas encargadas de tatuar a los menores y mayores de edad con el 666 y la cual no hace parte de esta comunidad,  comenta que el “marcar” a un niño de dos o tres años no es ningún delito, porque sus padres son los que toman esta decisión. Dice que ahí ya no hay ética profesional, que es solo cuestión de trabajo.

Para el abogado egresado de la Universidad de Antioquia, Fernando Montoya Ramírez, los padres son responsables de que se establezca un respeto por el derecho a ser reconocido, a la identidad y la integridad física y moral de sus hijos. Según él, “ellos son los únicos encargados de velar que los menores no sean marcados, y de denunciar si se les vulnera algún derecho, aunque en este caso no puede ser juzgado por la ley porque afirman que es su cultura”.

La constitución política de Colombia en el artículo 44, reconoce que los niños deben ser protegidos contra cualquier tipo de violencia física y moral, porque éstos no son responsables de sus actos o decisiones. Para Montoya, cuando se da un incumplimiento de esta norma, cualquier persona, sin necesidad de que sean sus padres, puede exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de los infractores.

José Bedoya Restrepo, sacerdote de la iglesia La Misericordia, sostiene que “existe una violación física y emocional  al marcar la piel de un menor, como si fuese un ganado”, además afirma que  la fe no es cuestión de promesas o de identificarse con algún número o frase, todo va en los actos de cada quien.

Desde otro punto de vista, el médico Humberto Gallego Gil dice que en situaciones como éstas se asumen riesgos, por lo que conlleva tener una marca de por vida y por las consecuencias médicas que esto trae, ya que un tatuaje puede ocasionar mayores consecuencias que  una lesión en la piel, como enfermedades venéreas como el SIDA y el VIH, además de afectar algunos nervios de la dermis. Según él, un niño recién nacido o de temprana edad puede ser vulnerable a alergias porque la reacción de un cuerpo de una persona en desarrollo es diferente a la de un adulto.

Por otro lado, para el sociólogo Luis Javier Robledo Toro de la Universidad de Antioquia, marcar un niño con algún tipo de signo, puede ocasionar más adelante dificultad para relacionarse con otras personas y hasta para encontrar su propia identidad. Además, comenta que decidir por otros, se convierte en un problema no solo cultural, sino también social.

Robledo Toro señala que lo más probable es que estos niños no tengan una buena relación con otros que no pertenecen a sus creencias, porque se les ha inculcado que los demás son diferentes y no poseen relación con ellos. Asimismo, él cuestiona el hecho de que esta comunidad decida por personas que no tienen voluntad ante lo que quieren, porque si se arrepienten, más adelante, esto afectará su desarrollo en la sociedad, y estos niños podrán ser personas agresivas y solitarias.

Para la psicóloga Carolina Tabares Sánchez,   tatuar a un niño con cualquier tipo de signo, puede causar en el menor trastornos psicológicos al verse diferente a sus demás compañeros y ser excluido por la marca que lleva. Afirma que son personas que tienden a ser solitarios y depresivos.

Ana Lucía Hernández Ospina, Estudiante de Filosofía en la universidad Católica de Oriente, afirma que si pudiera retroceder el tiempo les pediría a sus padres que no marcaran su piel, dice  que  a los 12 años de edad fue tatuada con el signo de esta comunidad  en su brazo derecho, recibiendo el rechazo por parte de algunos compañeros de estudio y sus amigos.

Ella  señala que toda su familia asiste a esta secta, sus hermanos de 15 y 16 años también fueron marcados, los cuales no se arrepienten, ya que son fieles seguidores de este grupo religioso. Además, asegura que el decidir por ella fue una violación de los derechos, ya que un menor de edad no posee la capacidad de decidir por sí mismo, y sugiere que  la justicia en Colombia debe evitar que más niños sean tatuados con la marca que para ella es de la desgracia.        

 

Al respecto, el Pastor Juan Giraldo Londoño Ceballos,  integrante de la religión cristiana protestante señala que las ideas de José Luis Miranda son contradictorias a lo que realmente dice la Biblia, su interpretación es incorrecta, porque la relación de hombre y bestia;  Dios y Jesús son equivocadas.

Gloria María Posada Ruiz, defensora de familia, advierte que en Colombia existen varias entidades que están llamadas a ejercer justicia ante las actitudes que atenten contra los derechos de la niñez, como la Policía Nacional, La fiscalía, Nacional, La Comisaria de Familia, las personerías, La Defensoría del pueblo, La Procuraduría General de la Nación y el Bienestar Familiar, esta última es una de las responsables de hacer cumplir los derechos de los niños y de cuidar la integridad física y mental de ellos.

“En situaciones como los de los integrantes de esta secta, es complicado llevar un proceso; al fin y al cabo es una creencia, una circunstancia de fe, y eso es un impedimento para tomar cartas en el asunto” comenta Juan Carlos León Alvarado Subdirector del Restablecimiento de Derechos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

León Alvarado también sugiere que los procesos que relacionan movimientos religiosos “son fenómenos culturales que se derivan de necesidades, y propiamente son reglamentados como libre expresión, por ende, los estatutos de justicia deben promover la denuncia como opción para entrar a juzgar los actos que atenten contra los menores”.

Para el abogado Andrés Cadavid Gutiérrez hay un derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo a sus valores religiosos, lo que siempre es peligroso es tratar de hacer de estos,  “pequeños adultos”, existe en este caso una instrumentalización del menor por que se le impide que muestre una conducta infantil, recibe una educación no acorde con sus edad y es marcado sin poseer conciencia de los que significa.

El Movimiento Creciendo en Gracia, es liderado por José Luis de Jesús Miranda, más conocido como “papi” tiene presencia en ciudades  como Cali, Cartagena, Bogotá, Bucaramanga y la capital antioqueña. Cada día tiene  más adeptos, los cuales al ingresar marcan su cuerpo para demostrar su fidelidad a esta comunidad.

 

En Honduras esta sede fue cerrada el año pasado porque el culto no tenía permiso de operación, y, en una “jornada de tatuajes”, marcó de manera indeleble con el número 666 a decenas de personas, algunas menores de edad, hecho que no ha sido evaluado en Medellín.
 
En países como Ecuador, cuando un niño es marcado, no hay legislación que regule estas prácticas, por esto, los tatuajes son invisibles en la ley del menor ecuatoriano, en México está totalmente prohibido esta hecho, en España sí es posible siempre y cuando los padres den el permiso.

 

Noticias transmitidas por medios de comunicación nacionales e Internacionales como el Diario el País, La Nación, el 28 de junio de 2013, demuestran que aunque hay países que reglamenten estos hechos, gran número de personas lo siguen haciendo y la misma comunidad en ocasiones no denuncia estas violaciones porque las consideran ajenas a su responsabilidad o se excusan bajo la premisa de que los padres de estos niños pueden hacer con sus vidas y la de sus hijos lo que consideren la mejor elección.

 

 

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